Hola a todos lo que siguen este espacio. Algunos recordaran que en la primera publicación hablé sobre lo que dejamos en el camino y de cómo eso afecta nuestro momento presente. En mi caso con Felipe y sus canicas. Sucede que después de un peregrinar entre distintas opciones laborales y muchas horas de meditación, decidí darme otra chanza en mi carrera profesional como intérprete traductor de idiomas. Hace tres años determiné, basada en un «fracaso», que no volvería a una cabina de interpretación. Cambié el giro completamente y no me arrepiento, sumé horas de experiencia a mi vida y me ha enriquecido muchísimo. Sin embargo, una tarde mientras meditaba pensé, «¿Por qué no hacía algo con los conocimientos que tengo?» y la respuesta fue: miedo, terror y orgullo, sí orgullo de romper mis propias promesas, pensé «Ya había dicho que no volvería a cabina» «No volveré a correr una competencia» «No volveré a comer huevo» «Si vuelvo a una oficina significa que no pude» etcétera. Fue entonces cuando apareció Felipe con su bolsita vacía de canicas y junto con él una serie de decisiones por tomar.
1.- Volví a una oficina donde conocí a una chica maravillosa que ahora es mi partner in crime para el ejercicio y la celebración desmedida, y a quien le agradezco me haya llevado de vuelta a las pistas después de algunos años y diversas lesiones.
2.- Renuncié al trabajo en esa oficina.
3.- Volví a las cabinas con éxito y no solo profesionalmente.
4.- He conocido y reconocido a gente maravillosa que me ha tocado el alma profundamente y a la que espero volver a ver muy pronto en otro contexto.
En otra publicación hablé de la Dumbo sensación ante el fracaso, pero hoy estoy segura de que si no lo hubieran degradado a payaso jamás se habría enterado que podía volar.