La familia sí se escoge

21 de diciembre de 2019, el reloj marca 10:09pm. Estoy sentada en la sala número veinticinco del aeropuerto de la CDMX en espera de abordar el vuelo 2892 rumbo a Lima, Perú donde celebraré la próxima Navidad. Me siento muy feliz de saber que soy la afortunada de vivir una experiencia maravillosa en una tierra mágica, una tierra que jamás pensé visitar. Lloro como Magdalena, mis compañeros de vuelo me miran poco extrañados y me parece que esperan que no les toque viajar junto a mí las próximas cinco horas.

Sentada acá muchas imágenes de 2018 vienen a mi mente: Las Vegas, Ecuador, el aeropuerto de Guadalajara, la terminal dos del aeropuerto de la CDMX, una cena de prisa y un libro de Elmer Mendoza que narra la experiencia de una princesa que busca a salivazos al príncipe que la despierte de su letargo y en todos esos recuerdos solo mi sombra junto a mí y la profunda ansiedad que deriva del vacío.

Mañana se cumplirían seis meses de llegar a Albergue con mis dos maletas y mis tres gatos. Llegué una noche de del 22 de junio a la casa de Karina, alias Jesucrista. Bajé de una camioneta junto con Axel que me ayudó con mis chicos y al cruzar la puerta de esa casita, de la cuál pensé que iría en una semana máximo, crucé muchos umbrales de todo tipo. En esa casita, a la que yo llamé Albergue basada en una serie de televisión creada por Hank hace unos años, jamás imaginé que iba a recibir más que un techo y una cama donde dormir. En ese Albergue recibí aceptación, cariño, apoyo, agradecimiento, la sanación interna y externa, bullying (por mis calzonzotes, mis pijamas, mis calcetas, mis gustos musicales por Laura León) En esa casita de una planta, tres recámaras y un solo baño llegamos a vivir hasta seis personas, cuatro gatos y un perro sumadas todas visitas que llegaban de improvisto. Fue ahí donde me enseñaron a jugar Damas Chinas (no me gustó ni le entendí 😬) Fue ahí donde Juliana me adoptó como tía, la tía Nana, me convertí en la mana de muchas manas más. Ahí conocí las andanzas del Capitán y sus tenientes.

Fue en esa casita que me gradué como Asistente Gold de Jesucrista paseando perros, limpiando los areneros, yendo a la escuela por Juliana, al súper, a la lavandería, cargandole la bolsa n festival de Juliana, haciendo CrossFit casero cuando le da su «acá» y se pone a limpiar en la madrugada, pintando paredes y hasta el mismísimo pelo de Jesucrista que quedó de chocoflan 😬 (Mana, tú sabías que era mi primera vez, pero ya se te ve bien).

Casi seis meses de risas, llantos, amores pasajeros, confesiones nocturnas, desvelos innecesarios y mucho, mucho, mucho amor.

Esta vez no llegué sola ni física ni emocionalmente. Karina, Juliana y Aby me acompañaron, tomamos café, me desearon los mejor en este viaje y me lanzaron besos en el último filtro del aeropuerto. A mi regreso otra aventura me espera, otro espacio será mi casa y la de mis chicos empero el Albergue siempre será mi hogar y sus integrantes mi familia.

Todas las familias son disfuncionales, son raras, pelean, se tardan en el baño, y pueden ser insufribles… Sin embargo la familia se acepta y en ese Albergue se es familia sin importar las letras en el apellido ni el lazo sanguíneo.

En el Albergue la familia sí se escoge.

 

 

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4 comentarios en “La familia sí se escoge

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