No, es una frase completa
Jane Fonda
Al inicio como todas las personas que han enfrentado un tema de acoso sexual dudé en compartir esta experiencia por la enorme vergüenza que significa exponer una parte de la intimidad no física; sino emocional y ni siquiera del presente, del pasado. Una de mis fitinspiraciones, publicó el día de hoy una fotografía en la que compartía su experiencia en ese lamentable caso del acoso sexual en el que además hubo golpes de por medio, me sentí igualmente vulnerada porque he estado en la misma situación. Ella mencionaba que eso le sucedió hace tres años y apenas lo compartía y la pregunta es ¿por qué hasta ahora? De primera mano sé que se necesita mucho valor para sobre ponerse a la humillación que genera una situación de acoso sexual. Hace poco comenté que enfrenté una denuncia por este motivo, el cual tuvo inició casi desde que llegué a trabajar a donde lo hago ahora. Un tipo se acercó y me expuso sus intenciones así tal cual, cuando me negué él insistió. Así pasaron los meses y yo lo único que deseaba era no tener que verlo, no cruzarme con él, estaba al pendiente de sus horarios, de su rutina para poder evitarlo y reorganizando incluso mis horarios para ir al baño. El día que manifestó sus intenciones conmigo, me dejó claro (no me fuera yo a confundir) que sólo era un tema sexual, como método de super vivencia me reí a carcajadas de su confesión, al notar mi reacción me dijo “Si no quieres que piensen así de ti no seas tan sonriente, tan amable, además tu forma de vestir” ese día tuve la mala fortuna de llevar falda a la oficina. Mientras él pronunciaba estas palabras mi reflejo en uno de los cristales me avergonzó, experimenté en ese momento y durante muchos meses más la profunda vergüenza de ser yo, de ser quien soy y la manera. Dejé de esforzarme en mi arreglo personal, dejé de prestar atención a los detalles de mi trabajo, a mis deberes, perdí la conciencia de mi propio rostro exterior e interior. Los meses transcurrieron hasta que mi jefa un día me llamó para una retroalimentación y me le solté como hilo de media y ahí comenzó el trajín de esa denuncia que involucró asistencia psicológica, constantes entrevistas donde me preguntaban casi lo mismo y en las cuales la sensación de culpabilidad me acompañó, pero ¿culpa de qué? Exacto, la culpa nunca fue mía. El proceso no es sencillo, nada e insisto no lo es porque pesan los antecedentes, pesan las voces lejanas que se confunden con las emociones presentes, el cansancio y los muchos “por qué” que se quedan sin respuesta concreta. Durante todo ese tiempo me enteré de que el sujeto ya había intentado la misma extorsión con otras chicas de la oficina e incluso algunas mejor se fueron de ahí, no las culpo, sin embargo, eso provocó que el tipo siguiera haciendo lo mismo. Denunciar no es sencillo no sólo por el hecho de decirlo, sino porque el proceso es duro, quedarse hasta la resolución es fuerte, es descubrir heridas que se creían cicatrizadas mientras intentas sanar las recientes. En alguna publicación igualmente comenté sobre el caso en el que durante una filmación en Acapulco un fotógrafo me gritó en enfrente de todo crew “Nancy, yo sólo vine a verte en bikini” así nomás porque se le hizo muy gracioso, en aquel momento le respondí que yo sólo había ido para verlo trabajar, recuerdo perfecto su cara de shock y los comentarios de la producción de “te van a correr” y ahora sí como Lucero ¿Y? Inicié esta publicación mencionando “personas” porque el tema del acoso sexual en todos los ámbitos no es una cuestión de género se da por igual. Si hoy comparto esta experiencia, lo hago con la intención de que otras personas que se encuentran en la misma situación se atrevan a denunciar y sobre todo a quedarse en el proceso, lo más complejo, se requiere mucho valor porque aunque no vuelvas a ver a la persona lo que esta generó se lleva consideren que en sus manos puede estar la solución y el precedente para que estas situaciones se mitiguen no importa si es un amigo que entendió mal las “señales” de la amabilidad, no, es no y punto.
Hace unas semanas me llamaron para darme la resolución de la investigación, el tipo fue despedido, lo cual marca un precedente en este tipo de situaciones. Deseo profundamente que esta acción marque un cambio para beneficio de una sociedad en la que convivo, que las frases “darse a respetar” “me provocó” “mira como se viste” “es que se lo gana” se pudran y desaparezcan de nuestro léxico porque además de condenatorias son inútiles.
Aprovecho igualmente en esta publicación para agradecer el enorme apoyo del equipo en el cual colaboro actualmente, a Diana Aguilar, la jefa de jefas, Ana Lilia Gonzalez, Gisela Suárez y todo el equipo de RH que me brindaron su apoyo durante todo el proceso y a Miriam Hurtado, psicóloga, que me mostró mis heridas, me pasó los curitas y me acompañó durante todo el proceso.
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