«Todos los cambios… llevan consigo cierta melancolía, porque aquello que dejamos atrás es una parte de nosotros mismos: debemos morir en una vida para encontrar en otra»
Anatole France
Es bien sabido que «todos los cambios son buenos» que «todo pasa por algo» que «siempre es para mejorar» ok, ok, ok, pero de que se siente horrible, puf, duele mucho más que una herida física y curiosamente nadie habla de eso. Cuando rueda la primera lágrima surgen todas esas frases hechas que intentan poner a la intelectualidad de por encima de la emoción; sin embargo ahí vamos nosotros solos con nuestra vida, nuestro dolor, nuestra vergüenza, nuestra muerte de la cual irónicamente intentamos escapar todo el tiempo porque nos da miedo el propio abandono, el abandono de eso que aún haciéndonos daño nos retiene a vivir en una decisión punzante, pero eso sí firmes en alguna decisión que nos destruye de a poco, es un suicidio velado. Preferimos agonizar a morir de una vez por todas y que con esa muerte se vayan al diablo también los viejos paradigmas del amor, la abundancia, la felicidad, la locura, el deseo, el sexo y todo eso con lo que nos educan y que por cobardía preferimos decir «es que así me educaron» o «es que siempre he sido así» y no hubiera retorno o salida posible.
Buscamos todo el tiempo una transparencia hacia afuera, una aprobación que radica solamente en el coraje de atrevernos a admitir que todas las decisiones nos pertenecen y con ellas sus consecuencias y no acá no hay culpas, sólo responsabilidades.
Había olvidado lo que es llorar con lluvia y frío, hoy lo experimenté otra vez. Miré por la ventana el reflejo de mis lágrimas, presencié una más de mis muertes, me dejé ir con todo eso que no me ha servido de nada, dejé ir nostalgias, compromisos, acuerdos, contratos, pactos, lealtades, nombres con sus recuerdos y dolores, no me debo nada, volví a nacer…
Instagram @nan_oviedo
Me conmovió mucho. Qué bonita manera de escribir.
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Muchísimas gracias
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